Autora: Lourdes Hernández
¿Quién nos enseñó a manejar el dinero?
La mayoría responde: mis padres.
Si aprendimos bien, damos un primer paso firme para ser productivos, ordenados y lograr nuestras metas financieras.
Sin embargo, muchos de nosotros no aprendimos a manejar bien el dinero. Y ese peso lo vamos cargando por años, y nos tropezamos y aprendemos a las malas.
Las creencias y enseñanzas positivas se transmiten de padres a hijos. De profesor a alumno. De una comunidad educada financieramente.
El ejemplo es la mejor forma de educar. Y el tropiezo es la única forma de aprender a caminar bien.
Valeria Arellano, experta financiera dice:
“En las casas se habla del dinero cuando es un problema, cuando hay crisis. No debería ser así, el tema financiero debe hablarse como se habla de los valores. Hablar sanamente de esto, no como un control, sometimiento, vulnerabilidad, es simplemente un tema humano.
Pensemos en un tema humano como:
¿Qué aprenden mis hijos mientras me ven?
Trabajar en equipo:
La familia es un equipo y es responsabilidad de todos los miembros el administrar el ingreso que llega a casa. Hay que hacer un plan para llegar a metas. Ahorrar en el supermercado, comprar menos dulces, guardar y compartir más la alcancía.
Si fuera fácil llevar bien las finanzas, todos lo harían, pero se necesita del esfuerzo y disciplina diaria.
Muchos padres no les gusta que por ejemplo sus hijos vendan pasteles o algún producto, porque temen que les desilusionen. No importa que alguien les dé portazo, así es la vida y cuando otra persona sí les compre estarán felices y valorarán el dinero.
No privemos a los hijos de ser parte de la estrategia para superar una crisis. Que sean parte de la historia de otros, tal vez comprar la despensa de alguien o compartir una palanqueta…
Creencias erradas:
Desde la despreocupación “no es mi asunto”, hasta fomentar el machismo: “mi esposo como hombre que pague”. O bien, creencias de que el dinero es malo, en lugar de pensar que es un medio para vivir, producir, incluso compartir. Creer que somos pobres o que tenemos mala suerte y que no saldremos adelante. No tomar en serio el crédito, la deuda, y quejarnos.
Hábitos y patrones:
Tomo decisiones sin pensar. O siempre que salgo debo gastar.
Gasto todos mis ingresos sin registrar en qué los usé. Si tengo dinero en la mano, quiero gastarlo. Si tengo algo ahorrado, me siento inseguro o incómodo por no gastarlo.
Aprender siempre:
Nos falta atención para ver negocios, se pasan por delante nuestro.
No queremos innovar, actualizarnos en tecnología.
Otros paradigmas a romper:
La edad: a esta edad ya no me van a dar trabajo.
Como nunca lo hice no me conviene comenzar ahora.
El médico me dijo que no salga.
El gobierno me tiene que dar porque no tengo plata. Según Valeria Arellano, si nos volvemos dependientes, somos más vulnerables. Por eso independicémonos del gobierno, del banco, del familiar, no vivamos esperando que alguien nos ayude.
Abrir la mente:
Dice Stuart Wild: Crea tu propia energía y la gente se acercará a ti.
Tu dinero crecerá en tanto crezcas tú. Y para ello tenemos que trabajar, agradecer el trabajo y hacerlo con significado.
Encontrar el significado del trabajo. Que nos haga trascender a niveles superiores.
Cada uno tiene que hacerse a sí mismo. Las cosas buenas no llegan fácil. Hay que sospechar de los que nos quieren “regalar” dinero, privilegios, y más si son políticos. Esperar a que nos caiga la herencia o la lotería nos vuelve inútiles.
La mayoría de la gente no está preparada para recibir dinero. Y está menos preparada para recibir gran cantidad de dinero.
¿La razón? Las creencias de “no merezco tener éxito”. O la falta de enfoque.
Primero debemos prepararnos internamente, tener un enfoque hacia cumplir las metas. Si nuestra meta es lograr un ahorro de $1000, lo lograremos con enfoque. Si la meta es $5000, también lo lograremos si nos enfocamos.
El “para qué” nos enfoca aún más: para emprender un negocio, para comprar un vehículo, para adecuar la vivienda.
Hay que cuidar la parte que no se ve del organismo. El corazón, las venas, el hígado. Porque si caemos enfermos, no producimos.
Reducir los triglicéridos, hipoglicemia, el sobrepeso…
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