Autora: Lourdes Hernández
Siempre he pensado que, si no me pagan más, no es porque soy mujer, sino porque tengo que demostrar méritos.
Los méritos son: más productividad, más estudios, mejores resultados.
Claudia Goldin, la nueva Premio Nobel de Economía, dice exactamente eso y algo más. Esta académica de Harvard, graduada en Cornell y con un doctorado en la Universidad de Chicago basa su investigación en las complejas dinámicas que impulsan las diferencias salariales entre hombres y mujeres.
Claudia demuestra que la brecha de salarios no es necesariamente por género sino por educación, perspectivas culturales, normativas. Además, propone soluciones concretas.
Dice que la flexibilidad laboral ayuda a las mujeres pues cuando ellas tratan de equilibrar su vida laboral con la familiar, reciben penalización y ese uno de los factores que mantiene su salario a la baja.
Las mujeres quieren trabajar, están dispuestas a trabajar, o están trabajando. La tasa laboral de hombres y mujeres es igual. ¿Entonces por qué hay la brecha si son tan similares?
La mujer prefiere que no le suban el salario pero que le permitan ausentarse del trabajo parcialmente para atender las necesidades de sus hijos y del hogar.
Según la Premio Nobel, las mujeres en la actualidad trabajan desde jóvenes y permanecen en el mercado laboral hasta su jubilación, tienen carreras profesionales lo cual es significativo pues alargan sus expectativas laborales.
Es habitual que una mujer de 60 años siga trabajando y eso ven las más jóvenes. Además, ellas esperan tener cada vez mejores salarios. Aspiran a más formación, a más crecimiento, a hacer carrera profesional dentro de la empresa. Las mujeres entran de manera normal a la universidad con la intención de extender su trabajo por muchos años.
El salario por hora de las mujeres en 1960 equivalía al 60% de un hombre.
Ahora el salario por hora equivale al 80% de un hombre. ¿Por qué sigue este diferencial?
No es discriminación, dice Claudia, sino que, si se mide educación, nivel de responsabilidad, tamaño de la empresa, etcétera, la brecha se reduce a una mínima expresión: el 95%.
Esta micro diferencia no es por el hecho de ser mujeres.
Claudia dice que la razón es que las mujeres prefieren una mayor flexibilidad laboral que los hombres. El reparto de la carga del trabajo del hogar sigue recayendo de manera más intensiva sobre ellas. El nacimiento del primer hijo es determinante para el trabajo de la mujer. Ellas toman elecciones que penalizan el salario que deben recibir.
La hora trabajada tiene menor productividad en una jornada a medio tiempo. En cambio, tiene mayor productividad la hora trabajada en una jornada completa.
Si las empresas descubren formas de reorganizarse internamente de forma natural -no a través de leyes- para que la flexibilización no merme la productividad de los trabajadores, la brecha de género tenderá a desaparecer.
Fuentes: Juan Ramón Rallo, Her Global Impact
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