Cuando el dinero sale por la puerta…
Autora: Lourdes Hernández
En las finanzas en pareja no hay reglas, hay acuerdos – dice Valeria Arellano, experta en educación financiera.
Los solteros no entienden la conocida sentencia “Cuando el dinero sale por la puerta, el amor sale por la ventana”. Una persona que no tiene pareja sabe que si hay problemas económicos, su vida se complica. Solo la suya, aunque a sus padres y hermanos les de pena.
En la pareja, si hay escasez de dinero, el malestar y la preocupación llenan el ambiente de la casa y, en muchos casos, queda poco espacio para el amor.
No siempre estamos a tiempo, tal vez ya tenemos pareja y ya hubo sorpresas en el camino. De todas maneras, conviene reflexionar sobre lo siguiente:
Los acuerdos se cumplen, pero pueden cambiar: si habían quedado en que cada uno aporta el 50% para cubrir gastos, y por el nacimiento de los niños la mamá sale de su trabajo o reduce sus ingresos, el acuerdo se adapta a la nueva situación.
Hay el caso de una pareja, digamos Pedro y Julia, en que ella ya no pudo aportar su 50% y Pedro no suplió el faltante, más bien decidió comprar una camioneta. Ella tuvo que endeudarse para pagar gastos importantes del hogar.
Lejos de juzgar al esposo, debemos estar claros en que los acuerdos se ajustan en las nuevas etapas de vida.
Conócerse a sí mismos:
¿Qué significado tiene el dinero para mí? Soy egoísta, gastador-a, soy despreocupado-a? ¿Qué haría si tendría mucho dinero? ¿Cumplo mis promesas?
Cuando hayas respondido estas preguntas, habla con tu pareja.
Entre los acuerdos hay que pensar: si uno de nosotros no tiene ingresos, cómo vamos a reaccionar. O si tenemos demasido, qué vamos a hacer.
Por ejemplo, muchos no sabemos lo difícil que es perder el trabajo y no sabemos cómo vamos a reaccionar.
En este caso y siempre es clave tener un fondo de imprevistos para que nunca falte el dinero para los gastos fijos de la casa.
No juzgar y ceder: un buen matrimonio es aquel dónde se puede ceder, hacer ajustes, que puedas hablar sin ser juzgado-a. Suena fácil y no lo es. A veces lo mejor es “ser sordo, ciego y mudo” para evitar las peleas innecesarias.
Hay que hacer el presupuesto juntos para conocer lo que se gasta cada mes, y más cuando se tiene niños. Cuánta deuda hay en las tarjetas, cuánto se va en la compra quincenal, cuánto en servicios básicos, en transporte, en el seguro del vehículo, estudios, etc.
Hay que decir la verdad así sea terrible: hay el caso del marido que pierde el trabajo y trata de que no se enteren en la casa. Él es quien mantiene la casa. Mientras busca trabajo, la esposa sigue gastando con el presupuesto anterior. Entonces el esposo cae en una depresión y tiene un ataque de pánico pues está sobreendeudado.
Si decía la verdad hubiera encontrado el apoyo de su esposa, ella reducía gastos, entre los dos vendían algo, superaban la brecha y resultaban más unidos que antes.
El amor se prueba en “las malas”, por eso hay que decir la verdad.
Involucrar a los hijos: si tienen ocho años, el lenguaje es sencillo: vamos a ahorrar para las vacaciones, o vamos a cuidar los zapatos; si los hijos son mayores, ya pueden ayudar. También para trazar metas: qué queremos nosotros, qué soñamos de aquí a cinco años, qué país queremos conocer, que sea una meta de los dos, los tres, los cuatro.
Pasar del yo al nosotros: a partir de la adolescencia empiezas a vivir para ti y el resto del mundo deja de importarte. Creces y eres individualista. Pero te casas y la actitud es la de compartir. El amor se demuestra con regalos al principio, pero despues es dividiendo las tareas de la casa, pagando a medias los gastos. Se va formando la cultura familiar.
Medios financieros: es importante que cada uno tenga su cuenta de ahorros. La tarjeta de crédito sí la pueden compartir.
Cada uno tiene su propio historial crediticio, por lo tanto cada uno es responsable de pagar sus deudas.
En resumen, en las buenas hay que sonreir, y en las malas, también.
Fuente: Valeria Arellano y Bertha Alicia
General